A todxs mis amigos del foro,
Entré en este foro hace 4 años.
El 6 de Febrero de 2009 le diagnosticaron a Nacho una Leucemia Mieloide Aguda
de alto riesgo. Todo era nuevo para mi, casi no sabía ni lo que era una
plaqueta, una infección, un ciclo de quimio, un trasplante de médula…y que
decir de un hemocultivo, una punción medular, un pico de fiebre. Siempre creí
que estar enfermo era tener anginas, catarro…el resto de enfermedades no
estaban a mi alcance. Me pilló todo por sorpresa. Al principio, cuando le
dieron el ciclo de inducción a la remisión no necesité nada, pues creía que
aquello iba a ser “coser y cantar”: le ponen una bolsa de eso que llamaban
quimioterapia, que tan mal me había sonado siempre, 21 días esperando “no se
que” y a casita. No fue así. Nacho no consiguió la remisión completa. Y ahí fue
cuando, sin darme cuenta, mi vida comenzó a formar parte de un espacio, un
micromundo en el que yo nunca había estado. Muchs de vosotrs, por no decir
tods, conocéis este mundo, lleno de sufrimiento, incertidumbre, dolor,
esperanza y desesperanza, el sube y baja, ahora bien y ahora mal, etc…que te
aparta por completo de la vida cotidiana, la rutina y la realidad que habías
vivido hasta aquel momento. Para mí, ahora, son dos mundos. Encontré el foro de
la Fundación José Carreras cuando buscaba, rozando la locura, información
acerca de la enfermedad de Nacho, o mejor dicho, cuando buscaba un texto en
internet que pudiese traducir en mi cabeza como “Nacho se va a curar”. El
primer tema que abrí en el foro fue un grito de ayuda, desesperado, angustioso,
y todavía lo recuerdo: pasados los 21 días de aplasia las cifras de Nacho no
subían. Recibí numerosas respuestas de todos mis amigos del foro, mensajes
llenos de esperanza para mí, en los que se leía entrelineas el dolor acumulado
de la persona que los escribía. Durante algunos años, con intervalos de tiempo
desaparecida, seguí acudiendo al foro pidiendo ayuda, mensajes que consiguieran
mitigar la angustia que tuvo en determinados momentos a lo largo de los 4 años
que duró la enfermedad de Nacho. Y siempre, siempre, siempre me encontraba
respuestas llenas de cariño, ternura, complicidad, que conseguían calmar mi
miedo y desesperación al menos hasta la siguiente revisión. El foro, al igual
que los enfermos y acompañantes de la Unidad de Hematología y de la Unidad de
Trasplantes Hematopoyéticos, se convirtieron en mi círculo de amigos más
estrecho que había encontrado dentro del micromundo en el que vivía desde el
diagnóstico de Nacho. Un grupo de gente que hablaba por entonces en mi mismo
idioma, que reconocía como propios mis miedos, emociones y preocupaciones, al
que os aseguro que jamás olvidaré.
Nacho falleció el 15 de
Diciembre, abrazado a mí, compartiendo juntos mi llanto y sus últimas
respiraciones. Yo no he muerto, sigo
viva. Aunque mentiría si dijese que no he deseado irme con él en algún momento,
a pesar del pánico que siempre le he tenido a la muerte. La lucha de Nacho por
vivir ya ha acabado, pero desgraciadamente mi lucha constante por vivir, en vez
de sobrevivir aún sigue. Cuando todo acaba, para el acompañante quedan aún dos
duras peleas que lidiar. Por un lado, está hacer frente al dolor indescriptible
e inhumano que va y viene tras la pérdida: a veces te quieres comer el mundo, y
otras veces no puedes porque el mundo te come a ti. Y, por otro lado, debes
salir de ese micromundo en el que has estado inmersa los últimos 4 años de tu
vida, y debes empezar a moverte en el “otro mundo”, aquel que abandonaste con
el diagnóstico de la leucemia. Y no es fácil, nada fácil. Me atrevería a decir
que es más sencillo gestionar el dolor que “reinsertarte” en el mundo de la
rutina, la cotideanidad, el mundo “ libre de enfermedad” de los sanos. ¿Cómo
vivir y participar en una vida que has dejado de lado durante tanto tiempo, y
que incluso llegaste a creer que no era real, y que la vida es lo que hay
dentro del hospital? Hay momentos en los
que crees que ese no es tu sitio, que te sientes completamente desubicada, no
sabiendo muy bien ni quien eres ni que haces ahí. Vivo cerca del hospital donde
Nacho fue tratado de su leucemia durante esos 4 años y, muchas veces, cuando me
siento perdida, pienso que lo mejor para volver a encontrarme a mí misma sería
subir al hospital, entrar en la Unidad, ponerme el pijama y sentarme al lado de
Nacho. Entonces hablaríamos de ver una peli, seguro que de Billy Wilder, Nacho
me pediría que yo buscase la película. Yo cogería el ordenador, sabiendo ya de
antemano que peli vamos a ver, pero dedicaría antes unos 10 minutos a entrar,
leer, responder y compartir con mis compañeros de fatigas: mis amigs del foro.
Pienso en esa situación y me reconozco perfectamente a mi misma: soy Carmen,
entro con optimismo a la habitación, me veo más fuerte que la leucemia, y creo
que mi amor por Nacho conseguirá eliminarla.
Querido foro, ya no encuentro
dentro de mí a esa Carmen que ama y se entrega con intensidad a lo que más quiere,
que consigue relativizar las malas noticias incluso haciendo que Nacho acabe viéndolas
con optimismo. Esa Carmen se fue el 15 de Diciembre, y aunque creo que ya nunca
volverá, y quiero que así sea, cuando entro en el foro siento algo de esa
Carmen dentro de mí, que por ahora debe irse para dejarme seguir con mi lucha
por vivir como todos nos merecemos. Pero, lo más importante de todo, creo que
ahora no puedo permitirme el lujo de preguntarme constantemente dónde se ha ido
esa parte de mi, y tampoco puedo buscarla en el foro. Tengo 30 años, una hija
de 3 que me necesita aquí, con ella, y una vida por delante que deseo vivir lo
más feliz e intensamente posible. Para ello, debo seguir buscando el sitio que
me pertenece ahora aquí, fuera del hospital, del miedo, del dolor y, sintiéndolo mucho, fuera del foro.
Conozco y he vivido vuestra experiencia, ha sido lo más importante e impactante
que me ha pasado y me pasará a lo largo de mi vida. Pero tengo que enterrarla
para siempre, no en un lugar cualquiera, sino en un sitio privilegiado, en lo
más profundo de mi corazón, donde casi no duela. Y ahí también estáis todos y
cada uno de vosotros: los veteranos, los
nuevos, los que conozco y desconozco, los que seguís en el ojo del huracán, los
que lo habéis conseguido, los que, al igual que yo, habéis resultado heridos de
por vida, y a los más valientes quizás, a los que mi buena amiga Maite os
dedica un brindis que comparto con ella.