domingo, 24 de junio de 2012

Pausa

Hoy ha sido un día caluroso, relajado. Después de llegar ayer de madrugada a mi casa tras una buena velada con unas amigas de mi infancia, esta mañana me costó mucho levantarme. En realidad no estaba cansada, ni tenía resaca...ni ninguna de esas cosas que en una situación normal te obligan a permanecer dando vueltas varias horas en la cama. Lo que me pasó fue que me desperté sin ganas de hacer nada. Mi vida está parada, hace muchos meses que esta parada, tantos como lleva sin remitir la leucemia de Nacho. Durante todo este tiempo estoy esperando a que suceda algo que ponga en marcha de nuevo nuestras vidas. Algo que nos invite a volver a creer y pensar que después de todo el dolor acumulado finalmente la vida vuelve a merecer la pena. Y así llevo...meses y meses, estancada y sin querer crecer y caminar, cuando en realidad camino y crezco a pasos agigantados. Esta mañana me sentí de nuevo estancada y sin ganas de caminar...ni por la vida, ni por la calle...ni tan siquiera por mi casa. Pensé incluso en el mes de septiembre, pensando que quizás entonces el trasplante ya haya pasado...con lo que haya tenido que pasar. Y que entonces si podre seguir viviendo o sobreviviendo, pero que por lo menos sería entonces cuando vería por fin el punto de salida.
Y como siempre, cuando me siento así me vino a la cabeza Nora, y me entraron unas inmensas ganas de irme con ella a disfrutar del solete y del calor. Así que sin saber como me lavé la cara, me vestí y fui a buscar a Nora y a Nacho al parque. Bajé caminando mi calle y al final de la misma les vi sentados, uno al lado del otro, en unas escaleras. Por un momento me dio cosa estropear ese momento entre los dos tan lleno de ternura. Pero yo también necesitaba recibir la mirada de mi hija, y ver cómo me sonríe cuando aparezco. Y así fue, Nora, me miraste, sonreíste con nervio y me pediste que me sentara a tu lado. Sin saber cómo me olvide de lo estancada que sentía mi vida cuando me desperté, y empecé a distraerme contigo, como siempre, observando lo que haces, como creces y en qué te estás convirtiendo.
Lo que parecía que iba a ser una mañana triste se convirtió en algo bonito. Poco a poco me entraron ganas de jugar con ella, y así estuvimos un buen rato. Entre juego y juego había muchas miradas de complicidad    entre Nacho y yo a través de las cuales nos transmitíamos el amor que sentimos hacia Nora: cómo una criatura de tan sólo dos años consigue ratos (que no instantes) de felicidad en tan duros momentos.


Después de esta dulce mañana que me regalaron Nora y Nacho, en nuestra siesta dominguera (siempre juntos los 3) tuve un sueño que compartí con Nacho y me ha hecho pensar durante el resto del día.
Ya sólo queda una semana para entrar a trasplante. Sólo me queda una semana para abrazarme y acurrucarme a Nora cuando siento miedo de mi propia vida. Y a Nacho solo le queda esta semana para mirarla, pues verla es lo único que alivia el dolor tan intenso que debe sentir.
Hasta mañana Noruqui.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado tu blog Carmen, cómo sientes...
    Hace mucho que vuestra vida está estacncada injustamnete, muy injustamnete. Vamos a traplante con la esperanza muy firme que todo vaya saliendo bien. Mucho ánimo y fuerza para los tres.
    Un fuerte abrazo amiga, cómo me gustaría poder aliviarte tanto sufrimiento.

    ResponderEliminar