martes, 7 de mayo de 2013

Hace un año

Fue un día caminando por mi barrio, cuando me paró una mujer para preguntarme cómo seguía la evolución de la enfermedad de Nacho. Su estado de salud iba de mal a peor a pasos agigantados. Todas las lineas de tratamiento a las que fue sometido hasta esa fecha no habían conseguido hacer remitir su leucemia. Los dos sabiamos que se trataba de la crónica de una muerte anunciada. Nacho, por su parte, disfrutaba segundo a segundo de Nora, con la certeza de que en poco tiempo ya no podría hacerlo. Y yo, por la mía, comenzaba mi propio duelo ante la muerte, más tarde o más temprano, de Nacho. Aún así, cuando esta chica me preguntó por la situación yo le dije lo que siempre contestaba a esta pregunta: peleando duramente. Pero yo ya no peleaba, yo ya empezaba a sufrir lo insufrible. Y aún sabiendo que Carlos Vallejo, su hematólogo, iba a luchar hasta el final e iba a someter a Nacho a un segundo trasplante de médula ósea, yo sabía que esta historia no acabaría bien. La mujer me dijo que, por su experiencia con familiares con cáncer, todos ellos se habían recuperado en primavera. Algo traía la primavera que sanaba los cuerpos enfermos. Por un momento tuve la esperanza de que esa primavera de 2012 tambien acabase con mi dolor, ya rozando la depresión y la desesperación por una situación terrible que se escapaba de mis manos, y que nada podía hacer para frenar su horrible evolución. En cierta manera, el hecho de que en primavera se plantease hacerle un nuevo trasplante me trajo, a ratos, momentos de esperanza e ilusión, pero siempre mezclados con una sensación constante de que las cosas no irían bien. El verano me dio tregua. Nacho recupero algo de su salud tras el trasplante. Aún así, esa esperanza en la primavera, el sol, el verano...que intentaba trasmitirme la mujer de mi barrio no existía en mi. Vivía, o mejor dicho, me dejaba llevar por la vida sin pensar en nada más allá que no fuese el día en el que estaba. Tanto me deje llevar en vivir sin más y no pensar, que ni me di cuenta que, con el comienzo del Otoño, algo no iba bien en el cuerpo de Nacho. Pero lo borraba de mi mente. Estaba ensimismada y deprimida, e incluso alejada de él, desvinculada de todo lo que tuviese que ver con Nacho y su enfermedad, y es ahora cuando me doi cuenta de que en Octubre me encontraba superando la segunda fase de mi duelo. La llamada de su hematólogo para decirme dulcemente que Nacho se moriría en cuestión de semanas no me pilló por sorpresa; Nacho en mi cabeza llevaba muerto muchos meses. Pero si fue entonces cuando comencé a llorar desconsoladamente todos los días que duraron la recta final de la vida de Nacho. Lloraba por impotencia, por rabia, por dolor, pero tambien por fatiga, por el cansancio acumulado durante casi 4 años de dura pelea contra una enfermedad que cada vez se resistía más y más. Y porque en medio de todo ello nació Nora, en un momento de dolor y desesperación por la persistencia de enfermedad en el cuerpo de su padre. Nacho murió, por fin descanso. Y yo empezé a vivir, pero la fuerza que conseguí reunir durante esos 4 años se desvaneció, y posteriormente vino una fatiga y un cansancio que casi me hunden de nuevo en una depresión, diferente a la de antes, pero tambien depresión. Es lo que llaman el estrés postraumatico del cuidador.
Ya llegó la primavera. Mi vida aún sigue dividida en dos partes dificiles de encajar por ahora. Por un lado, la primavera me ha traido momentos y personas que nunca me hubiese imaginado, y que de ser así, los meses pasados hubiesen sido menos duros. Mentiría si dijese que no lo disfruto. Me siento feliz, bastante feliz. Pero por otro lado, aún tengo dentro de mi a una persona que sigue estando muy cansada y derrotada por toda la mierda que ha ido acumulando durante tanto tiempo. Estoy feliz, pletórica, ilusionada con mi futuro más temprano: esta tarde, mañana, la proxima semana, el verano...todo lo que me espera! Bendita primavera! Bendito verano! Y que viva mi vida como viene!  Pero estoy agotada y fatigada, a veces dolorida por lo que he visto en tan poco tiempo.
Son dos personas dentro de una misma, que no consigo que marchen al mismo tiempo, ni que se ayuden la una a la otra. O a lo mejor soy yo la que no quiero que vayan al mismo tiempo. Alguna vez he intentado juntarlas a las dos, pero no me ha gustado actuar con ilusión desde el punto de vista de la derrota, porque se carga toda la frescura e ilusión que me ha regalado esta maravillosa primavera. Y no se qué hacer.